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Urbi, de la familia a perro guía

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Son muchas las personas con discapacidad visual que están esperando el apoyo que ofrece la once con sus perros guía para hacerles la vida un poco más fácil. Pero esto, no sería posible si familias no acogiesen a estos cachorros durante su primer año de vida.Urbi llegó a la familia Fernández Louro en diciembre de 2015. Un labrador retriever, hembra, de color negro, dos meses recién cumplidos, que venía a iniciarles en el mundo de los perros y en especial, de los guía. Pero todo comenzó realmente meses atrás. 

 Por Beatriz PASCUAL

Cristina, la hija mediana, estudiante de Magisterio, realizaba durante su segundo año de carrera las prácticas en un colegio. Entre sus niños, uno con ceguera congénita le contaba anécdotas y compartía con él su día a día. Esto despertó en ella un interés por la educación en menores con discapacidades y la necesidad de investigar la labor que realizaba la ONCE para ayudar a las personas con ceguera. Y todo vino rodado.
“El proceso es muy sencillo, entras en la página www.perrosguia.once.es, rellenas un formulario y a esperar” nos comenta. Es un formulario simple, no piden cosas excepcionales. Un ambiente familiar, tener acceso a transporte público, poder prestarle la atención que necesita y tener la posibilidad de llevarle a todos lados contigo. “Nosotros teníamos la ventaja de ser cinco personas en casa, por lo tanto, siempre había alguien que podía quedarse con la perra”, apunta Cristina.
Una vez te inscribes, aunque la espera pueda parecer larga no lo es: hay listas de espera de personas invidentes que solicitan un perro guía. Lo que quiere decir que faltan familias de acogida. Para ellos, “la espera fue emocionante, no llegó a los dos meses. Nos dijeron que éramos aptos y que querían hacernos una entrevista para conocernos personalmente, conocer nuestra casa, aconsejarnos en cuanto al mobiliario...” nos cuenta. Tras el “ok” definitivo, solo había que esperar que hubiese una camada.
Continuó la dulce espera hasta que el mensaje llegó. Les escribieron informándoles de que sería un labrador retriever, hembra, que su nombre empezaría por U (las camadas de la ONCE siguen el orden del alfabeto) y que se la entregarían a finales de diciembre. La familia empezó a hacer sus cábalas sobre cómo se llamaría el nuevo miembro de la casa …
Y llegó el día. “Lo vivimos con mucha emoción, llegas a la Fundación ONCE del Perro Guía, te ponen un video sobre todo lo que tienes que hacer con el cachorro, te aconsejan y por fin te lo entregan” recuerda. “Nos sorprendió mucho el tamaño, no dejaba de ser un cachorro, pequeño y precioso, pero ya pesaba aproximadamente seis kilos” dice.
Empezó para la familia Fernández Louro la aventura y les tocaba ejercer su principal misión: sociabilizarle en todos los ámbitos. Desde ese día tendrían una pequeña sombra de cuatro patas que les acompañaría a todos lados. “Urbi era buenísima, tenía muy buen carácter, quitando lo revoltoso que puede ser cualquier cachorro”. Y comenzaron las anécdotas, “la primera vez que fuimos al cine con ella, se quedó toda la película durmiendo como una campeona” y afirma que “la gente reacciona muy bien, todo el mundo quería tocarla de lo bonita que era”.
Para esta familia, Urbi supuso una alegría tremenda, además de unión entre todos. Era fundamental estar organizados porque “al fin y al cabo es una responsabilidad, está a tu cargo y necesita mucha atención” apunta. Y aunque en ocasiones puede resultar cansado, “todo el esfuerzo se ve recompensado por el apoyo que te da”. Durante el año y tres meses que compartió con ellos también lo hizo en momentos difíciles y “ella lo notaba, estaba siempre a tus pies, dándote apoyo a su manera” dice emocionada.
A pesar de tratarse de una experiencia totalmente nueva, no tuvieron ningún problema más lejos de los que pueden surgir por el desconocimiento de no haber tenido perro antes. Esto también fue gracias al respaldo que da la ONCE a las familias que se deciden a acoger. “Durante todo el proceso estás acompañado por un supervisor, que te ayuda en todo”. En cuanto a lo económico de igual manera, “la ONCE se encarga de todo”.
No puedo evitar preguntarle por cómo fue la despedida, “fue dura, muy dura, porque durante un año no te has separado de ella en ningún momento. Y de repente, no está”. Cabe apuntar, que el año en el que los cachorros son acogidos, únicamente tienen que separarse de sus familias, uno o dos días en los primeros meses para controles y vacunación, y ya al final de la acogida, para el adiestramiento, que dura entre uno y dos meses. Durante este entrenamiento pueden verse en días festivos o días puntuales, dependiendo del instructor. Una vez finalizado el entrenamiento, pasarían a hacerlo con la persona ciega que le corresponda.
“Recuerdo cuando le conocimos, se me caían las lágrimas de la emoción, porque al final es el fin por el que lo haces”. La ONCE propone un día para que las familias de acogida conozcan al ciego al que se le va a entregar el perro que ha estado con ellos durante ese año. “Hay que ser conscientes de que es mucha gente la que necesita que hagamos esto, y aunque no nos toque de cerca, podemos ser cualquiera de nosotros cualquier día de estos”, comenta.
Se tomaron un par de meses de descanso y para recuperarse de todas las emociones, pero ante una experiencia tan emotiva tenían claro que iban a repetir. “Fue tan gratificante que ya tenemos otra perrita, se llama Valen, y estamos esperando que nos digan si es apta”, nos cuenta. La familia Fernández Louro está haciendo algo muy necesario que es difundirlo, “nosotros siempre animamos a la gente de nuestro alrededor a que lo hagan, si no se hace, los ciegos no pueden tener perro guía y es importantísimo para ellos”. Anímense.

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