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Dos perros de Chile, los mejores

pacientes del dentista

 

Dentista

La institución canina “Junto a Ti” prepara canes que acompañan a los niños “miedosos” a los odontólogos. Zucca y Maira, labradoras de nueve y tres años respectivamente, van todos los días al odontólogo en Santiago de Chile. Se lavan los dientes, reciben “flúor”, se revisan la dentadura en un espejo… se dejan hacer por los “pacientes dentistas”, niños con terror a este tipo de profesionales que crean un vínculo con los animales y así desaparecen patadas, mordiscos, golpes hacía el médico y se relajan ante una de las consultas que más estrés, temor o agresividad provoca en los pequeños.

Por E. IGLESIAS

La idea de este proyecto surgió del especialista certificado en perros de asistencia Raúl Varela, director ejecutivo de la Corporación “Junto a Ti” y formado en su país con los profesionales de Bocalán, cuando hace seis años vio una foto de un dentista de Canadá en la que un paciente estaba acompañado por su perro. Se puso manos a la obra, contactó con la Universidad de los Andes y, tras mucho trabajo para darle forma al proyecto, Zucca y Maira son las perras más deseadas por los niños en su país.
El proceso es bien sencillo, aunque no por ello muy programado, estudiado y sin dejar nada al azar. Todo comienza con la sesión 0 en la que el niño vive su primera toma de contacto con el perro. “Juega con el perro, los dentistas le muestran cuáles son los instrumentos con los que le van a tratar y se aprovecha para hacer una primera revisión de la boca del niño”, señala Varela a LADRIDOS.
En esta sesión, los técnicos en terapia con animales buscan la imitación y la empatía de los pacientes con el animal. Es el momento en que la labradora se convierte en paciente. “El perro se lava los dientes, se le revisa la dentadura con un espejo. Yo tengo una turbina que es el nombre técnico del taladro del dentista, sin motor obviamente, sin brocas, a la que le pongo dos cepillitos, para que no haya ningún tipo de daño”.
El niño se siente dentista y, a través del juego, hace el “tratamiento” a la perra. “Hace al perro lo que se le va a hacer a él, cepillar, escobillar con la turbina, echar flúor, (no se le echa flúor al perro se hace una farsa). Con esto el niño ve que al perro no le pasa nada y ya se produce una conexión, el pequeño dice ‘lo que yo creía que era mortal se lo hice al perro que es un ser con significancia para mí’. Y se le quita el miedo”.


Tras esta etapa de generar empatía y confianza de los pequeños al ser los dentistas de los perros, llega la sesión 1, donde el can va a buscar al niño a la misma sala de espera, y este se encarga de conducirlo hasta el sillón dental. Una vez allí se le dice que el perro quiere jugar con él, subirse con él al sillón. Generalmente son niños que han tenido mala experiencia con el dentista y se calman porque en el fondo ellos se enfocan en el perro y no en lo que les pasó antiguamente”, descubre el especialista en terapia con perros.
Una vez que el paciente está tumbado en la camilla tan odiada por los niños, la perra, usando una escalerilla, se sube al sillón dental y se coloca sobre él, aproximadamente hasta el diafragma, de manera tal que el dentista ve al niño y el técnico en terapias asistida con animales atiende al perro”, relata Raúl Varela.
Desde que este proyecto está en marcha, más de 250 niños de Chile han acudido a la consulta del odontólogo acompañados por un perro de la corporación “Junto a Ti”, muchos de ellos en repetidas ocasiones. Este “trabajo” se desarrolla en un 98% en el área de Salud pública de Chile, de forma gratuita para las familias. Comenzó en el Campus de Odontología de la Universidad de los Andes, y luego se extendió al Hospital Sotero del Río y también trabajan con Teletón, una institución que apoya a personas con discapacidad. La mayor parte de los “clientes” de las perras de “Junto a ti” son niños del espectro del autismo, con parálisis cerebral o con alguna discapacidad. También actúan en alguna clínica privada cuando las familias que tienen medios reclaman la actuación de Zucca o Maira.


Los beneficios de estas terapias son fácilmente constatables. Los dentistas ya no sufren patadas, mordiscos o agresiones de sus pequeños pacientes cuando se ponen nerviosos. Tanto niños como profesionales de la salud bucal quedan encantados con la experiencia. “Siempre repiten los pacientes porque la respuesta es supersatisfactoria. Los dentistas pueden trabajar, hacer esa radiografía que no podían, limpiar esas muelas a las cuales no podían llegar porque le cerraron la boca; ya no existe el mordisco ni esa cachetada o esa patada que pega el niño. Para los padres que es supertensionante llevar a sus hijos al dentista, para los niños que lo pasan bien con los perros, para los profesionales que trabajan más serenos… todo es ganar, ganar, ganar.
El mismo dentista propone que la siguiente atención sea con el perro. La madre también vuelve feliz porque finalmente no tuvo que transpirar como un levantador de pesas manipulando a su hijo y el dentista puede hacer su trabajo” cuenta el director de “Junto a ti”.
Por todos estos aportes positivos, Varela propone que lo ideal sería que en todas las consultas de odontología debía haber un perro de estas características. “La presencia del perro hace más éxito en todo el equipo, el ambiente está más relajado, se genera un diálogo. Al niño no se le da una instrucción, es el perro el que transmite los mensajes. Esa carga psicológica que recibían los dentistas con pacientes de difícil manejo son más llevaderas, las agresiones bajan a nivel cero. Esto justificaría que hubiese siempre un perro en este tipo de clínicas”.


A veces ocurre que aunque el niño comience calmado, se estrese o se ponga nervioso a mitad de la intervención. ”Entonces el perro le lame en las manos, lo va tranquilizando, también la temperatura, la textura, el latido del corazón del perro ayuda mucho a calmarlo y cuando la sesión termina el niño recibe un sello del perro con la huella, que se la pone en la mano”.
Cuando un paciente tiene que volver a otra consulta, es bueno que le acompañe el mismo perro, ya que mantener y ampliar el vínculo es fundamental para el éxito de estas terapias. Pero no siempre va todo bien. A veces en la sesión 0 los expertos descubren que no es posible conseguir la conexión del niño con el perro. En estos casos no hay terapia. “Esto no es magia, no es un tema de que tengamos la varita de plata y se vayan a acabar los problemas para los niños con autismo dado que existe el perro. Pero en la mayoría de la veces tenemos casos de éxito”.

El futuro: los quirófanos
Según Vidal, los canes podrían llegar, incluso, hasta la zona de los quirófanos. “El perro puede estar en la preparación del niño desde la salida de su habitación, acompañarlo por el pasillo hasta la entrada misma del quirófano, y esperar hasta que la operación acabe. También ser parte del acompañamiento desde la recuperación post anestesia hasta la derivación a su habitación. ‘Estoy contigo voy a acompañarte’, es el mensaje que pueden dar los perros al paciente”.

Dos patas de controles
El perro que vaya a ser destinado como “dentistas”, tiene que pasar dos tipos de controles. Primero, después del chequeo a los padres en cuanto cadera, codo, ojo y corazón, a las siete semanas tras testarlos y demostrar que tienen un temperamento adecuado comienza el entrenamiento respecto a velocidad, seguridad o ausencia de agresividad. La segunda pata es el apto de la etóloga, que tras revisarlo tiene que certificar el comportamiento específico del can, sin este apto ninguno trabaja. A los seis mese todos son esterilizados, y al dentista antes de que el perro entre al box le entregan un certificado general de salud, y la documentación y se desparasita.

Adiestramiento frente a intrusismo
Después de introducir a los canes en la obediencia básica y formarlos como perros de terapia, pasan por una última fase de desensibilización a todo el equipamiento dental: luces, taladro, olores… Esto lo hacen en dos situaciones. “Tenemos un sillón de dentista donde los perros pueden ir acostumbrándose y por otra parte tenemos la autorización de la Universidad para ir con los perros en horas de no trabajo para que ellos vayan acostumbrándose. Todo el entrenamiento es con premio, siempre en positivo y los perros antes de estar en el sillón son evaluados por una etóloga, de nuestro equipo, que es la que da el visto bueno final. Independiente del examen de salud al perro, la etóloga es la que da el dedo de parrilla o el dedo hacia abajo”.
De su preparación, que suele durar entre ocho o nueve meses y luego pasan un examen, se encargan los cuatro adiestradores certificados como entrenadores de perros de asistencia de la organización “Junto a ti”. “No obstante los perros siempre están aprendiendo después”. La misma asociación cría a los futuros perros, principalmente labrador retriever. “Nosotros no estamos para rescatar perros, estamos para ayudar, y los perros de la calle, que en algún momento los utilizamos, vimos que en situaciones específicas, un detalle les podía hacer recordar a alguna de las personas de las que les hizo daño en el pasado y podrían dar problemas al reaccionar con agresividad”.
La falta de regulación en Chile, igual que en España, de esta actividad ayuda a que el intrusismo sea el pan de cada día, con el consiguiente riesgo hacia niños y profesionales. “Muchas veces hay personas que son de clubs de agility con perros con buen comportamiento; o de agrupaciones animalistas que recogen perros que ven que podrían estar ahí; o clubs de deporte con perros campeones; o profesionales de Salud o Educación, que tienen perros mansos y todos tienden a querer usarlos en terapias, pero se les olvida que deberían pasar un proceso de certificación en manejo de animales y también se deben revisar y capacitar a los perros”.

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