Regalar un perro no es una buena idea
Diciembre es el mes de los regalos por excelencia y a partir de los seis meses, en junio-julio, es el periodo de mayor abandono de perros en nuestro país. El año pasado, según la Fundación Affinity, se recogieron un total de 170.712 canes abandonados, a los que habría que sumar por lo menos otro 50 o 60% más que no pasa por ningún registro, ya que un 90% (según algunos informes de organizaciones animalistas) acaba muriendo por desnutrición, atropello u otras causas derivadas del abandono.
Un perro no es un objeto que se puede devolver o arrumbar cuando nos hartemos de él. No nos cansamos de decir cada año por estas fechas, que un perro nunca debería ser objeto de un regalo, ya que este normalmente es una sorpresa y la tenencia de un perro debe ser sí o sí un acto de responsabilidad muy consensuado en la familia a la que llega. A diferencia de un juguete, un aparato tecnológico, un viaje, o cualquier otra cosa que nos podemos encontrar en el zapato el día de Reyes, un perro es un ser vivo con sus necesidades afectivas y de socialización, que conlleva cuidados, gastos, dedicación de tiempo, convivencia con los miembros de la familia, visitas al veterinario… y por un tiempo muy largo, que puede sobrepasar con facilidad los 12 años.
Antes de regalar un perro hay que tener conciencia de lo que significa tener un animal en casa. No se trata solo de comprometernos a bajarlo tres veces al día a la calle a que haga sus necesidades, que también. Hay que vivirlo desde el interior, sentir algo especial por su llegada, saber que es un compromiso de por vida, que será tu compañero en todo momento, que te esperará impaciente a que vuelvas de trabajar, pero que cuando vuelvas, cansado de jornadas maratonianas o discusiones con tu jefe, tienes que atenderlo, bajarlo a dar un paseo, a que se socialice con más perros y que no puede estar tropecientas horas al día solo en casa mientras que los demás trabajan o van al cole.
Además, cuando llegue un fin de semana, un par de días de fiesta o unas vacaciones, hay que contar con él para el ocio y los planes ya deben ser con un miembro más de la familia. La sombrilla de la playa ya no la podrás poner en cualquier sitio, pero a cambio, si la pones con toda la familia recibirás una lealtad especial que difícilmente se puede experimentar si no es con un can.
Regalar uno es una idea nefasta y máxime si está destinado a un niño, que, a pesar de demandarlo con insistencia, se puede cansar de él cuando se pasa la novedad. [Leer más...]
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