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¿Cómo se llegó a la Ley PPP si nadie la apoyaba?

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Fue una redacción política a toda prisa y sin apenas asesoramiento para acallar la inseguridad ciudadana tras la muerte de varios niños por agresiones de perros

Como muchas cosas mal hechas y con consecuencias no deseadas, se legisló en caliente. A finales de los años noventa dos sucesos conmocionaron especialmente a la opinión pública. En Mallorca un perro estaba dentro de su casa, unos niños pasaron por allí y el animal salió, los persiguió y mató a uno de los pequeños de cuatro años.  El segundo fue en Valencia, una niña estaba en su jardín con el perro de la familia y sin saber por qué, este se abalanzó sobre la pequeña y la agredió de tal manera que falleció casi en el acto. Los dos casos fueron el detonante de movimientos en la calle pidiendo y de la respuesta a toda prisa de los políticos, sabedores de que no hay mejor forma de conseguir votos que contentar a ciudadanos enfadados y acallar las protestas

Por Óskar REKALDE

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El Gobierno se apresuró a redactar un proyecto de ley sobre el régimen jurídico de la tenencia de animales potencialmente peligrosos, que aunque hablaba de animales de forma genérica iba dirigida a la especie canina.

Antes de que tuviese forma este proyecto, el Ministerio de Agricultura a través de Montserrat Castellanos, jefa de la sección de Ganado Equino y Bovino, contactó con Manuel Martín Rodríguez, presidente de lo que entonces se llamaba: Real Sociedad Canina de Fomento de las Razas Caninas en España, la RSCE, pidiéndole información sobre “razas de presa”.

Martín respondió, con una carta fechada el uno de febrero de 1999, enviando información de su base de datos sobre un listado de 14 razas que calificaba como de presa: dóberman, dogo argentino, fila brasileiro, bóxer, rotwweiler, dogo de burdeos, presa mallorquín, presa canario, bullmastiff, mastín napolitano, dogo del Tíbet, bull terrier, Stafford Bull Terrier, american Staffordshire terrier. Sobre el Pitt Bull dijo desconocer la raza porque no estaban afiliados a la RSCE.

En la misiva también incluyó los datos de los criadores de estas razas de los últimos cinco años, lo que acabó siendo el detonante para que dejase la presidencia de la RSCE tras idas y venidas judiciales.

La carta se filtró a la prensa, y desde entonces es considerado el “padre” en la sombra de la Ley PPP. Las voces más críticas, que son la mayoría, le responsabilizan de haber criminalizado a unas razas sobre otras y de estigmatizar a unos perros por el simple hecho de pertenecer a ese listado.

Los políticos hicieron caso omiso de casi todo lo que se les dijo desde cualquier ámbito. Las prisas por legislar les llevaron a preparar una ley en la que todo fue un verdadero paripé. De hecho, el propio Manuel Martín en su carta incluyó que su experiencia en las exposiciones “es altamente positiva, ya que nunca se ha suscitado el menor problema con ejemplares de las citadas razas ni con el público asistente ni con otros perros”.

Es más, añadió que “las reflexiones que nos transmiten criadores y propietarios de estas razas, se refiere a que la agresividad del perro va unida a la actitud de su propietario y que algunos, con gran inconsciencia y desconociendo las facultades del animal, le hacen fiero y no apto para convivencia social”.

Este párrafo, responsabilizando a los propietarios, no fue nunca tenido en cuenta ni por los redactores del proyecto, ni tampoco por los detractores de Martín. El verdadero impacto lo tuvo la lista de razas, base para los legisladores, y centro de ira para los detractores.

El 27 de octubre del mismo año el Proyecto de Ley sobre el régimen jurídico de la tenencia de animales potencialmente peligrosos pasó por la comisión de Agricultura como paso previo a ir al Parlamento. En la comisión se invitó a varios “expertos” en la materia que dieron su versión sobre una legislación que aún no se había aprobado. Ni fueron los más indicados, ni se consultó con etólogos, por ejemplo, los verdaderos especialistas en comportamiento animal. Cada partido político llevó a quien diese la versión más acorde con sus posicionamientos.

Fue una mañana perdida por unos y por otros, no se hizo ni caso de lo que propusieron, la Ley ya estaba redactada y nadie estaba dispuesto a escuchar críticas y muchos menos a cambiar un ápice el texto.

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