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El perro es un perro

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Por Joaquín CORTÉS GUTIÉRREZ

 

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Claro que si empiezo este artículo destacando el grave problema que produce el antropomorfismo en la educación y salud de nuestros perros, claramente alguno se quedará con cara de haba. En cambio, todos me entenderán si afirmo que las humanizaciones de nuestras mascotas les crean problemas de conducta y salud, algunos pueden estar de acuerdo, otros no, pero todos sabemos de lo que hablo.

Pues sí, antropomorfismo, vocablo este derivado de raíces griegas, no significa otra cosa que atribuir características y cualidades humanas a animales de otra especie, objeto o fenómenos naturales. De muchas maneras en la vida diaria observamos y vemos cómo propietarios de perros los tratan como si fueran una persona. Si partimos todos de la base y aceptamos que lógicamente un perro no es un animal racional, tenemos que entender que tratarlo como racional ya es un hecho que va contra natura.

El origen del perro es incierto, no obstante, la teoría más admitida es la domesticación a partir del lobo. Esta primera domesticación tuvo lugar por la simbiosis que el lobo y el hombre ejercían para sobrevivir. Esta interacción entre ambas especies data de hace más de veinte mil años, por lo que la evolución experimentada diferencia física y conductualmente nuestras mascotas de aquella especie salvaje de procedencia, pero no por ello debemos olvidar su origen y tampoco debemos menospreciar el hecho de que hay algo que mantienen como especie, que son sus instintos.

Considerando los instintos como patrones de conductas programadas genéticamente y a la vez adaptativo para la especie, debe ser coherente pensar que los perros serán felices y estarán sanos emocionalmente si tienen opción de fomentar sus instintos. Cuando pensamos que un perro tiene nuestros gustos, cuando pensamos que tiene nuestras sensaciones, cuando le atribuimos capacidades cognitivas, y además actuamos hacia él como un ser poseedor de esas atribuciones, estamos desnaturalizando su conducta instintiva. 

Quien viste a su perro a la moda, quien lo coge en brazos para que no se le acerque el perro pesado del vecino, quien le echa colonias humanas para que huela bien, quien no le riñe al perro para que no se ponga triste, todos estos son claros síntomas de humanización. Estando de acuerdo en que los perros son animales gregarios, es decir, necesitan vivir en manada, tenemos que entender que todo animal que vive en manada necesita saber cuál es su lugar jerárquico dentro de ella.

El perro dentro de la manada debe tener un rol, una determinada función que le haga sentirse emocionalmente sano y debe tener claras cuáles son las normas dentro de la manada. Entonces cuando dejamos que el perro se suba en nuestro sofá, cuando le dejamos que muerda nuestras cosas, cuando duerme con nosotros, cuando no castigamos sus conductas, cuando premiamos lo no deseado, le estamos confundiendo y le estamos dejando un lugar jerárquico en la manada que no le corresponde. Todas esas conductas están humanizando al perro y no le puede traer otra consecuencia que problemas de conducta.

Cuando un perro tiene cubiertas sus necesidades de instinto y manada, con mucha probabilidad será un perro equilibrado y feliz. Para satisfacer estas necesidades el dueño debe tener en cuenta que su perro necesita, por este orden de importancia, hacer ejercicio diario, disciplina y cariño. Es el dueño quien tiene la llave para que su perro sea feliz y educado. Escuché una vez estas palabras a Cesar Millán “El encantador de perros” “Humanizar al perro es un egoísmo grandísimo vendido con una pancarta que dice amor”.

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