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Llega un gato, ¿es posible que conviva con mi perro?

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Tener mucha paciencia y no ponerse nervioso, así como seguir algunas sencillas pautas, hará que perro y gato puedan convivir sin problemas. El truco consiste en no forzar el encuentro, ir poco a poco, y procurar que el animal que ya vivía con nosotros no se cele de su nuevo compañero felino. Todo cambio supone un periodo de aceptación y adaptación.

Por Almudena NEGRO  

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Es una de las dudas de los dueños de perros. Y es que tendemos a pensar que nuestro animal de compañía perseguirá sin fin al ‘lindo gatito’. Algo a lo que han contribuido notablemente desde el mundo del cine y los cómics. Sin embargo, gato y perro no tienen por qué llevarse mal, si seguimos algunas sencillas pautas iniciales y nos armamos de paciencia. El periodo de socialización (el proceso en el que el animal se acostumbra a estímulos externos y aprende a actuar adecuadamente) es más temprano en los gatos que en los perros, pero hay semanas de coincidencia. Así, el minino, socializa entre las 2 y las 9 semanas de edad, mientras que el perro lo hace entre las 3 y las 12 semanas. Si ambos coinciden entre estas edades, no habrá problema alguno en juntarlos.
Pero el caso más común no suele ser éste, sino que previamente ya había una mascota en casa. En este caso, un perro adulto. ¿Entonces?


Hay que tener en cuenta que gato y perro son animales de especies diferentes, y por tanto tienen necesidades y conductas distintas. El gato, al fin y al cabo un felino, necesita tener todo siempre bajo control. Y eso incluye su entorno. Luego, hará lo que le dé la gana. Pues bueno es él. El perro, sin embargo, mucho más sociable, necesita rutina y disciplina, aunque son animales con un alto grado de adaptación a nuevas situaciones. Si el perro es ya muy mayor y no ha tenido jamás contacto con otras especies, habrá que tener en cuenta que puede costarle un poco más adaptarse a la nueva situación.

Soy nuevo y necesito mi espacio
El primer paso, como siempre, es visitar a un profesional. Será nuestro veterinario el que compruebe el estado de salud de ambos, proceda a su vacunación y, si es necesario, a su desparasitación. El nuevo miembro de la familia deberá, desde el principio, tener su propio espacio. Un lugar neutral. El resto de la casa quedará bajo dominio del perro. Si el sitio elegido para el gatito es uno al cual nuestro perro no solía ir, mejor aún. Así éste no se sentirá desplazado. En dicha zona neutral nuestro gato debe de sentirse cómodo y seguro. Así, dispondremos aquí el comedero y bebedero, la cama, los juguetes, un rascador y el arenero. Es importante que tenga dónde esconderse. Y cerrar la puerta. Nada de dejar entrar al perro nada más llegar. Los gatos son muy sensibles al estrés y cometer este error podría estropear para siempre una gran historia de amistad.


A nuestro perro le acercaremos una toalla o sábana sobre la que duerma el gato, para que vaya acostumbrándose a su olor. Esto lo haremos durante uno o dos días. Al gato, a su vez, le llevaremos alguna prenda impregnada con el olor del perro.

Es el momento de la presentación
El día ha llegado. Nervios en casa. Lo primero es presentar al perro con correa. Nada de llevar a perro y gato en brazos. Abriremos con cuidado la puerta que da a la habitación del gato y dejaremos que perro y gato exploren el entorno a su ritmo, manteniendo siempre una vía de escape para el gato, que puede ser en altura, sobre un sitio al cual el perro no pueda acceder. Se puede premiar al perro si actúa con calma. Hay que evitar el conflicto. Si el perro ladra o gruñe o el gato se pone nervioso, los separaremos y volveremos a intentarlo al día siguiente. No los castigaremos ni regañaremos. Simplemente, intervendremos. Evitaremos también prestar en estos momentos más atención a una que a otra mascota. Los celos son muy malos.
La presentación puede ser cosa de diez minutos o de semanas. Eso ya depende de cada animal. Hasta que no veamos que pueden convivir sin problemas jamás los dejaremos solos, y los encuentros entre ambos serán siempre supervisados, graduales y en un entorno tranquilo. No hay que tener prisa. Al final, acabarán jugando entre ellos. Y quién dice que no, tal vez el gatito duerma entre las patas del perro. Es solo cuestión de tiempo.

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