Rastreo y limpieza de cadáveres de conejos por la seguridad aérea
Tres canes especializados en detección de restos biológicos han disminuido el volumen de cadáveres de conejos que rodeaba el aeropuerto Madrid Barajas Adolfo Suárez con el objetivo de intentar reducir la gran población de buitres que sobrevuela Somosierra, ya que estas aves utilizan las mismas corrientes térmicas de aire para volar cerca de esa zona que las que emplean los aviones para realizar sus vuelos, lo que puede llegar a producir graves problemas para la seguridad aérea. Por Jonathan MANZANO
Nana y Raisa, junto con la cooperación de su guía Javier García, han trabajado durante dos años en un proyecto medioambiental, de la mano de Tragsatec, cuyo objetivo era mostrar a la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA) la efectividad de los perros en el campo a la hora de eliminar restos biológicos de animales fallecidos con la intención de disminuir la población de buitres que planea sobrevuela el aeropuerto Madrid Barajas Adolfo Suárez. Junto a esta medida, se desarrollaron otras como la incorporación de áreas de alimentación dedicadas exclusivamente para buitres en Somosierra, para que estos aves no bajen o que la tendencia a bajar disminuya.
Contactaron con Javier por email para comprobar si tenían perros capaces de detectar restos biológicos de animales. “Al principio ellos lo que querían era sólo un perro, pero por las dimensiones del recorrido que pedían, nosotros le propusimos trabajar con dos y al final aceptaron el presupuesto” explica Javier García, miembro fundador de la Federación Española de Perros Detectores (FEPDE) e integrante de Detectores, especialistas en adiestramiento de perros para la detección, para ámbito público o privado, proyectos de investigación, así como formación de especialistas en biodetección.
Javier recorría, junto a Nana y Raisa, cuatro zonas que tenían previamente diferenciadas. “Llegábamos allí a las 5:30 de la mañana, porque por la fecha, que era de mayo a septiembre, con el calor no podemos trabajar muy tarde con los perros. A esa hora empezábamos con un perro. Primero hacíamos una parte del terreno que ya teníamos cuarteado y, cada media hora, cambiábamos de perro. Yo iba con un técnico de Tragsatec, señalizábamos las zonas donde había restos de animales, recogíamos y seguíamos trabajando” relata Javier.
El equipo permanecía en el campo desde las 5:30 hasta las 12:30 aproximadamente, realizando un recorrido andado de unos 10-12 kilómetros aproximadamente. Sin embargo, las hectáreas que trabajaban no eran kilómetros en línea recta. Por esta razón, el perro terminaba realizando un mayor número de kilómetros al revisar diversas áreas del total del trayecto.
Una vez que el perro detectaba la presencia de restos biológicos, realizaba un marcaje pasivo, sentándose delante del animal para esperar a que se acercase el resto del equipo y lo recogiese. “Estamos un poco a la espera porque fue un proyecto que realizamos durante dos años, y tenemos que esperar a las conclusiones del mismo que sacará la empresa”.
Los perros con los que se trabajó fueron un labrador de cuatro años de edad llamado Trufa, un border collie de tres años y medio llamado Nana y un pastor belga malinois de dos años llamado Raisa. A pesar de tener tres canes disponibles, finalmente trabajaron sólo con dos de ellos. De hecho, uno de ellos tuvo una lesión previamente al comienzo del proyecto y se tuvo que sustituir por el otro.
El adiestramiento de estos tres canes duró seis meses. Para ejercitarles “nos dieron conejos silvestres de campo fallecidos. Manteníamos a los animales muertos en el campo tapados, para que no se los llevasen otros animales, y los íbamos congelando en diferentes estadios de descomposición, para luego poder trabajar con diferentes descomposiciones para que el perro fuese capaz de detectar el conejo en sus diferentes estadios. No huele igual un animal muerto a los dos días que a los quince días. El perro una vez va trabajando en el campo es capaz de detectar patitas pequeñas, cabezas, todo lo que fuera” afirma García.
El grado de eficacia de estos perros para encontrar restos de animales muertos es alto. Ahora sólo las conclusiones de dicho proyecto, que saldrán a la luz en un par de meses, dirán si también es suficiente para evitar que los buitres no bajasen a alimentarse en dicha zona.
¿PELIGRO PARA LOS AVIONES?
Debido a su escasa velocidad en el aire, la mayoría de las aeronaves no suelen sufrir daños por impacto con aves que puedan causar un siniestro total. Sin embargo, no se debe subestimar esta posibilidad. Tal y como informa la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA) “un ave puede penetrar como una bala a través del parabrisas de la aeronave y causar graves lesiones al piloto (...) Cuanto más alta es la velocidad relativa entre ave y aeronave, y cuanto mayor es la masa del ave, peor resultarán los daños causados por un impacto”.
Las migraciones de las aves son un gran problema para los aviones. Consisten fundamentalmente en los desplazamientos periódicos de aves entre áreas donde se reproducen, en primavera y verano, y áreas de invernada, es decir, donde pasan el invierno, porque las zonas de reproducción ofrecen en ese momento menos recursos tróficos. Algunas de las aves que pueden ocasionar dichos problemas son la golondrina común, ánade azulón, gaviota patiamarilla, buitre leonado, cigüeña blanca, cernícalo vulgar, paloma bravia o estornino negro.