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O la cera cadavérica o las proteínas llevan a los perros hasta los restos arqueológicos de miles de años

restos arqueológicos

 

Ya sea una sustancia u otra, lo cierto es que cada vez hay más investigadores repartidos por el planeta que aseguran que los perros son capaces de encontrar tumbas antiguas profundas. Lo que está claro es que los canes no buscan huesos como tal, sino moléculas olorosas que pueden provenir de la adipocira, formada a raíz de ácidos grasos, o ésteres, un compuesto presente en la grasa animal. No está tan claro qué olfatean los canes, unos dicen que la “cera cadavérica” que proviene de la descomposición y otros, que proteínas de restos bien conservados.

Por M. ARAMBARRI

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E l olfato del perro tiene una capacidad casi infinita de detectar olores que pasan desapercibidos al resto de seres vivos, pero para ello necesitan ser entrenados a conciencia.
Uno de los últimos estudios sobre los trabajos caninos realizado por el arqueólogo Matthew Collins, de la Universidad de Copenhague y de la de Cambridge, habla de que en restos humanos se puede dar la persistencia de proteínas antiguas, algunas de las cuales pueden durar hasta miles de años. Aunque en principio duda que los perros puedan detectar estas moléculas, ya que los canes suelen olfatear moléculas que se crean como consecuencia de la descomposición y las proteínas que él estudia solo existen en restos bien conservados, lo cierto es que Collins ve a los perros como aliados arqueológicos indiscutibles. “Las narices de los perros son increíblemente sensibles” y recuerda cómo exploradores en el noroeste de Canadá han sido capaces de utilizar perros para encontrar marfil de mamut.
Una investigación reciente demuestra que un cachorro bien entrenado puede captar los llamados olores de la muerte de restos que tienen siglos de antigüedad. Precisamente qué compuestos están olfateando sigue siendo un misterio, pero los esfuerzos de los perros podrían ayudar a iluminar milenios pasados.

Grasa de los cementerios
En el caso de restos humanos, un sector de arqueólogos insiste en que una posibilidad es que los perros detecten los ácidos grasos en la adipocira, un material que los científicos han observado durante siglos y al que se refieren como “cera de cadáveres” o “la grasa de los cementerios”.
Esta grasa es un subproducto natural de la descomposición. La grasa humana es convertida en ácidos grasos libres por bacterias, que luego se endurecen hasta formar una adipocira similar al jabón que puede momificar eficazmente a los muertos.
Otros arqueólogos defienden que los perros también podrían detectar compuestos llamados ésteres, presentes en la grasa animal. Un nuevo estudio encontró cinco ésteres que eran exclusivos de los humanos. La humedad, la luz solar, la temperatura y la calidad del suelo y la composición, influyen en la cantidad de olor que desprenden los huesos. Según esta investigación, los compuestos aromáticos que se filtran en las rocas y el suelo pueden quedar atrapados durante miles de años. “La superficie porosa del karst, por ejemplo, podría preservar especialmente bien estas moléculas”, indica la arqueóloga Vedrana Glavaš.
El reto está por tanto en descubrir hasta dónde se remonta el poder olfativo de los perros. La arqueóloga sueca Sophie Vallulv es una acérrima defensora de las potencialidades de la nariz perruna, y en su Universidad de Maestría publicó su tesis sobre experimentos con su pastor alemán Fabel que, según sus conclusiones, es capaz de diferenciar restos humanos de restos de animales.
En laboratorio realizó muchos entrenamientos, una media de 120 búsquedas, en las que Fabel se enfrentaba a cuatro restos esqueléticos en los que solo uno era humano. El pastor alemán respondió con un 94,2% de precisión.
Luego llegó la salida a la realidad. La investigadora y su perro fueron a Sandby Borg, un asentamiento fortificado en la isla de Öland, frente a la costa este de Suecia, que data de hace más de un milenio. Fabel encontró restos humanos de 1.600 años enterrados a metro y medio de profundidad.
También en Norteamérica se está trabajando en esta línea, pero forzando la detección canina aún más hacia el pasado.
La antropóloga Lauri Travis decidió entrenar a Dax, un cruce de border collie y pastor australiano, para detectar huesos de mamíferos que los humanos habían cazado y consumido en el pasado. Tras un largo y riguroso entrenamiento Dax encontró huesos de animales que tenían más de 3.500 años y su último logro ha sido detectar un hueso de 5.000 años de antigüedad enterrado a 30 cm de profundidad.

Dentro y bajo el suelo
La entrenadora croata de perros, Andrea Pintar, lleva desde 1996 buscando restos humanos dentro y bajo el suelo. Tiene un equipo en el que combina diferentes perfiles de personas con los conocimientos necesarios para la organización, seguimiento y ejecución profesional de la búsqueda de restos humanos.
Desde 2012 su equipo, denominado CCK9, ha trabajado con muchos servicios militares, policiales y SAR en la UE, la región de los Balcanes, Turquía, Oriente Medio y África. Con sus perros trabajan en el descubrimiento de fosas comunes e individuales de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de la Independencia de Croacia.

Pintar colabora sin descanso con el área de arqueología de la Universidad de Zadar, Croacia. Sus perros han olfateado más de seis tumbas únicas. La arqueóloga con la que trabaja esta adiestradora, Vedrana Glavaš, desveló que en las seis tumbas detectadas por los canes de Pintar “había cofres funerarios de piedra, artefactos y huesos de dedos de manos y pies humanos, enterrados todos ellos en el S. VIII A de C.”
“Esto mejora nuestros métodos típicos, como estudio de campo, fotografías aéreas, imágenes infrarrojas, radar de penetración terrestre y otras tecnologías”, matiza la arqueóloga.

(Páginas 14 y 15)

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